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Para comer como los dioses

Si algo distingue a nuestro barrio, son sus canes. Los frigoríficos y el olor a asado son
dos cosas que caracterizan a Mataderos.
Uno de los mejores lugares para comer a mi criterio es el restaurante Los Corrales,
ubicado en la esquina de Cosquín y Av de los Corrales. El lugar comenzó allá por el año
2007 justo enfrente de donde están actualmente. Pero distintos motivos y
circunstancias hicieron que en el año 2014 compraran la esquina actual y el negocio
comenzó a dar un giro inesperado. Es desde este momento que se convirtió en un
clásico del barrio.
Pintado de negro y verde, como el club del barrio, Corrales atrae a vecinos y no tanto
por su excelente carta y sus buenos precios las rabas ($ 14.000), doradas y tiernas, son
tan suaves que parecen nubes, y llegan en porciones generosas que invitan a
compartir. Los buñuelos de verdura ($ 9.000), crocantes por fuera y aireados por dentro,
son otra de las estrellas iniciales, junto a las empanadas de carne cortada a cuchillo de
bife de chorizo ($ 3.000), fritas y rebosantes de sabor. Para los que buscan un comienzo
más marítimo, las gambas al ajillo ($ 16.000) y los ostiones a la parmesana son apuestas
seguras.
Aunque Mataderos es la capital porteña en la carta hay una fuerte presencia de
mar. Calamares, gambas, ostiones y un pulpo de tentáculos grandes y tentadores
—servido a la española— atraen tanto a vecinos como a comensales que viajan desde
otros barrios. La idea es clara: diferenciarse de las parrillas tradicionales sin perder la
esencia de bodegón.
Pero no todo es mar. El bife de chorizo tiene su lugar de honor y se puede pedir de dos
maneras: a la parrilla, clásico y contundente, o en su versión “bife Corrales” ($ 45.000),
pensado para compartir, con papas fritas, huevos fritos, provoleta y morrón asado. Un
festín carnívoro que rinde homenaje al barrio y a sus raíces de frigorífico.
El lugar es genial, el ambiente también, solo tenés que venir a disfrutarlo.

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